Saltar al contenido

Flores escondidas

La tormenta arreciaba, era algo extraordinario en el reino de fuego. Solo ocurría cuando algo malo estaba por pasar, y aquello ya pasó. Ahora solo se podía ver a Eldur, el muchacho de cresta rojiza y ojos oscuros asomado en una de las torres de aquel gran palacio. Fijaba su mirada en las gotas de lluvia que resbalaban por los árboles del bosque. Las mismas que se posaban en su rostro fusionándose con su tristeza. Un suspiro dejó ver el frío que hacía, su boca expulsa una pequeña nube de vapor. Aquello hizo que el chico abriera los ojos recordando ese día.

Su madre estaba en el jardín y un pequeño Eldur de melena pelirroja jugaba con las flores; a contarlas, hacer coronas. Su afición por las flores era inconmensurable. Sus infantes años también ayudaban a que el niño solo se embarrase en las alargadas macetas del jardín de la Reina.
Ese día era algo diferente, todo el mundo en el castillo cuchicheaba de la nueva incorporación, un hombre de tez blanca. Era algo insólito en el reino de fuego donde todas las pieles tendían al negro. Además en ese hombre traía consigo aún un niño, un pequeño que apareció por la puerta. Detrás de la reina, a pocos palmos de ella. Slance se levantó con cuidado y le dedicó una de sus hermosas sonrisas al niño mientras alzaba la mano, su intención era que la cogiera y así poder llevarlo hacia su pequeño.

El pequeño tragó saliva, aquella mujer llevaba un gran vestido blanco, joyas de distintos tamaños y aún así olía raro. «Sangre.» Dedujo el joven Ker mientras se quitaba el pelo de la cara, tenía demasiado estaba muy claro que hacía años que no se lo cortaban. Tras su pensar se echó hacia atrás asustado, lo que hizo que Slance solo bajase la mano y se agachó hacia él.

—Escuchame, yo me voy a ir. Pero por favor, juega con Eldur un ratito. A veces se siente solo.

La reina esperó un gesto de aprobación y tras girar el rostro, Ker divisó a un niño jugando y arrancando las rosas del jardín, parecía de su edad aunque hacía cosas de bebé. Imaginó que sería alguien importante y centró sus orbes esmeraldas en la reina. Asintió con un suave movimiento de cabeza y Slance se incorporó satisfecha, dedicándole una de sus tan codiciadas sonrisas. Momentos después se perdió en los pasillos del gran palacio.

Ker había dado su beneplácito por lo que se dirigió hacia aquel lugar, sin decir nada primero observó al niño y momentos después lo olfateó. Olió a barro, tierra y un indescriptible olor a perfume. El niño pestañeó varias veces pues nunca había olido ese aroma tan característico pero le gustaba. Tenía el presentimiento de que se llevarían bien.

—Soy Ker, vine aquí para alistarme al ejército ¿Y tú?

Eldur comenzó a mirarlo al hablar, dejo las flores y acercándose al borde dio un pequeño saltito. Se acercó a él, como suponía era más bajito. Aún así le extendió la mano hacia arriba con una sonrisa made in Slance y con un tono infantil contestó.

—Soy Eldur, el príncipe de fuego, aunque mamá dice que aún soy un bebé salamandra.

El príncipe, no podía ser otra persona, tenía que ir a dar con el príncipe en mi escape. Aún era un niño y yo también aunque he vivido mucho más al ser mitad dragón. Mi mentalidad seguía siendo de ocho años humanos al igual que mi cuerpo, es complicado de explicar: digamos que mi etapa de bebe fue de veinte años humanos, pero yo seguía siendo un bebé. Cuando vi a ese niño pensé «puedo hacerme amigo de él con cierta rapidez», pero lo que quería era ingresar en la armada de fuego, necesitaba ser más fuerte. Y ese niño ¿Me ayudará? Por qué será, huele muy bien. No quiero aprovecharme de él. Por una vez desde que salí de aquel lugar, no voy a aprovecharme de la gente. No de Eldur. Creo que mi cuerpo no podría hacerlo.

—¿Quieres jugar, Ker?

Le miré, me estaba ofreciendo una flor, una hermosa rosa blanca. Me la guardé en el cabello y asentí. Pero sabía otra forma de jugar más divertida. Le enseñé cómo se jugaba al escondite, primero conté yo: lo encontré rápidamente entre los arbustos. Así descubrimos un gran escondite, un pequeño túnel que iba al castillo.
Después contó él y no sé por qué, pero quise esconderme en el mismo sitio, tardó un poco más en encontrarme. Mientras yo disfrutaba de ese olor, era tan extraño.

—¿Y qué era? –Preguntó una voz fuera de la historia.

—Imprimación Celeste, imprimación…Lo supe cuando cumplió los 18…

Estuvieron jugando a esconderse media hora, hasta que su padre apareció por allí. Oker con el ceño fruncido llamó a su hijo y le indicó que pronto tendría un guardaespaldas, un guerrero que le protegería con su vida. Ker miró a aquel hombre, se asustó mucho. No sabía por qué pero le imponía mucho más de lo que su abuelo, o incluso su padre lo había hecho. Trago saliva y se fue de allí corriendo dejando de nuevo a Eldur solo. Con su padre, quien comenzó a reñirle por como tenía manchada la ropa. Un golpe seco se escuchó, después un silencio seguido de un llanto.

—Le escuché Celeste, le escuché llorar y se me cortó la respiración. Desde entonces supe que necesitaba ser ese guardia. Me haría fuerte y protegería a ese niño de aquel hombre. Qué asustaba mucho.

«Supongo que por eso al recordar la primera vez que te ví, se me escapan las lágrimas» Pensaron los dos a la vez, uno desde su torre, el otro desde el campo. Siempre pensando en su amado.

Si «Flores escondidas» fue de tu agrado sigue al autor en redes sociales para conocer más de su obra. Suscríbete a mi blog para recibir materiales similares en tu bandeja de entrada.

9 Me gusta

Suscríbete a mi lista de correo y recibe material actualizado en tu bandeja de entrada.

¡No hacemos spam! Lee nuestra [link]política de privacidad[/link] para obtener más información.

1 comentario en «Flores escondidas»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×