El tiempo es algo relativo, ¿Existe en realidad o solo es un invento de las personas para intentar tener algo de orden en sus vidas?
Esta es la historia de un hombre llamado Carlos, a quien le encantaba ser impuntual en todo momento. Le gustaba vivir al límite y disfrutaba la adrenalina que le daba llegar tarde a todas partes. Él disfrutaba la vida a su propio ritmo. Sabía que esto siempre le causaba problemas y que muchas personas se sentían ofendidas por su comportamiento, pero simplemente no podía evitarlo.
Sentía que el tiempo no era lo suficientemente importante, ni el suyo ni el de las demás personas. En el trabajo todos le llamaban «el impuntual» y muchos de sus compañeros estaban acostumbrados a las llegadas tarde.
Había perdido a su novia, porque siempre la dejaba embarcada en las citas, los aniversarios y cumpleaños no eran importantes para él.
Por desgracia, una mañana Carlos se levantó muy emocionado para asistir a una importante reunión de negocios, y estaba dispuesto a llegar tarde como siempre lo hacía. Se tomó su tiempo preparándose, desayunando y revisando su teléfono, pero cuando miró el reloj se dio cuenta de que todavía tenía mucho tiempo para llegar tarde. Sin embargo, justo en ese momento sucedió algo que lo dejó perplejo: como por arte de magia su reloj se adelantó varios minutos sin previo aviso. La perplejidad se notó inmediatamente en su cara, aquello parecía algo imposible.
Carlos estaba acostumbrado a llegar tarde, y la emoción que eso le hacía sentir era indescriptible, ser dueño del tiempo sin importar nada, saber que se salía de la norma y que todos los demás eran ovejas del rebaño siguiendo las instrucciones y aquello que la sociedad solía tomar como correcto, él no era de esos, se salía completamente de la norma, y eso era lo que realmente llenaba su vida de una sensación maravillosa.
A partir de ese momento, su reloj continuó adelantándose constantemente, y se volvió cada vez más difícil para él mantenerse impuntual.
Carlos intentó solucionar el problema llevando su reloj a varios relojeros, lo revisaron minuciosamente una y otra vez, pero nadie supo cómo arreglarlo.
Después de luchar contra todo lo que le sucedía por un tiempo, Carlos finalmente decidió aceptar su destino y empezó a llegar a tiempo a todas sus citas, aunque eso lo hacía sentir incómodo. En su interior, todavía anhelaba la emocionante sensación de llegar tarde, y seguía encontrando maneras de hacer que sucediera, aunque nunca con la misma intensidad de antes.
Con el tiempo, Carlos comprendió que su amor por la impuntualidad era solo una parte de su personalidad, y que había otras cosas más importantes en la vida.
Aunque ya no podía disfrutar de llegar siempre tarde, aprendió a apreciar la puntualidad y a ser más responsable en todas las áreas de su vida.
La magia del tiempo continuó haciendo lo suyo, con su paso la costumbre fue ganando sobre la emoción y las ganas de vencer al tiempo, de dominarlo y ser diferente a los demás, Carlos nunca dejó de ser él mismo, pero aprendió a adaptarse y aceptar los cambios que inevitablemente se van presentando en la vida
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Me complace que ese impresentable decidiera convertirse en alguien aprovechable.